Hace un par de semanas un columnista del
New York Times provocó un intenso debate en el mundo de la educación en Estados Unidos al difundir un
estudio que encontraba que unas escuelas charter (es decir, financiadas por el gobierno, manejadas por entes privados) habían reducido la brecha en el desempeño entre alumnos blancos y afroamericanos en Nueva York.
La razón por la que esta columna fue tan controversial es porque atenta contra el supuesto--tan arraigado en Argentina como en Estados Unidos--de que la escuela no es suficiente para compensar por las deficiencias de aprendizaje que tienen los niños con mayor desventaja socio-económica. David Brooks, el periodista, decía que estos hallazgos reivindicaban a las escuelas "sin excusas", que son súper rigurosas (en disciplina y en lo académico) con niños de minorías raciales para ponerlos al mismo nivel que sus pares blancos de clase media o alta.
Tanto alivio causó entonces a los escépticos el posterior descubrimiento de un profesor de Columbia en un
blog de educación que el estudio difundido por el periodista del
New York Times--llevado a cabo por un renombrado economista en la Universidad de Harvard--si bien válido, no tomaba en cuenta los resultados de otra prueba que salieron justo después. Aunque la brecha se cerraba en matemática, no se cerraba todos los años ni se cerraba en lengua. Este descubrimiento desató una ola de comentarios que decía que el periodista había sin duda exagerado los hallazgos. Los comentaristas--entre ellos, educadores, investigadores y hasta famosos
bloggers de educación (sí, los hay) dijeron que el hecho de que David Brooks haya publicado estos resultados en un diario tan conocido como el
New York Times era irresponsable. Algunos, indignados, hasta reclamaron que Brooks pida disculpas.
Me parece que llegamos a la conclusión equivocada en este tema. Por un lado, sí es verdad que es importante considerar las notas de matemática junto a las de lengua. Sí, es verdad que deberíamos moderar nuestro entusiasmo con respecto al efecto de estas escuelas charter. Y sí, es verdad que el hecho de que estos hallazgos se hayan publicado en el New York Times sin una nota aclaratoria es desafortunado. Por el otro lado, sin embargo, esto no quita que estas escuelas cerraron la brecha en un año en particular en una prueba en particular entre blancos y afroamericanos. A nadie le llama la atención ya esto? Esto es algo que EE.UU. viene queriendo hacer hace décadas--y nadie se asombra? Se me ocurre que si bien no tenemos que sacar las porras y ponernos a celebrar "la cura al cancer" educativo, como dice Brooks, sí nos tenemos que empezar a preguntar qué factores hacen que una escuela pueda contrarrestar desigualdades en formas tan importantes--aunque todavía no constantes.
Lo que debemos aprender de las escuelas "sin excusas", en breve, es que el preconcepto de que es imposible que niños de perfiles socio-económicos vulnerables se desempeñen académicamente al mismo nivel que sus pares más privilegiados no está tan seguro como lo estaba hace unos años. Inciativas en Estados Unidos como las escuelas charter
Harlem Children's Zone,
Knowledge Is Power Program (KIPP), y
Yes!, están poniendo en duda viejos supuestos. Lo que encuentro más inspirador, y a la vez, más práctico de estas iniciativas es que al proponerse estándares altísimos de excelencia, como el de cerrar la brecha académica entre los blancos y los afroamericanos, alcanzan más de lo que hasta hace poco nos imaginábamos posible. Todavía no los cumplen, pero por lo menos logran más que la mayoría de las escuelas públicas, que siguen operando con antiguos paradigmas.
Y en Argentina, para cuándo?