24 enero 2012

Frases de Educadores: Albert Einstein






"El arte supremo del maestro es despertar el placer de la expresión creativa y el conocimiento", Albert Einstein

20 enero 2012

Juan Carr: "Este es un pueblo solidario"


Juan Carr, Fundador de Red Solidaria e importante activista en lo relacionado con la justicia social, es el protagonista de esta entrevista. Aunque es del año 2005, la palabras trascienden:

Ana Laura Pérez
alperez@clarin.com



La revolución solidaria. El paso de los años no desgastó el anhelo: lo fortaleció. Y aunque su mujer le dice que se está riendo menos y sus 5 hijos se quejan porque se pasa el día pegado al teléfono, no existe freno alguno para el optimismo visceral de Juan Carr.

Ni siquiera esta década de atender necesidades ajenas en la peor crisis del país. Este veterinario de 43 años (que vive en una casa antigua en Florida y trabaja en un plan contra la desnutrición en villas del Gran Buenos Aires y en una escuela), está convencido de que "este es un pueblo solidario".

Y de que falta poco para que esa característica olvidada se convierta otra vez en un hábito. Fiel a su tradicional formación católica (fue boy scout y estudió en un colegio pasionista), Carr lleva su ayuda al que lo necesita, sin distinciones: "Un millonario que espera un trasplante también es un marginado -sostiene-. El dolor del otro es el mío aunque sea de otro sector sociocultural. Pero la Argentina está fragmentada: es siempre River-Boca, izquierdaderecha, pobre-rico".

El mismo trata con políticos encumbrados de varios colores, capos de multinacionales (los megapoderosos, según definición de su cuño) periodistas, religiosos de credos diversos y pobres.

"Por motivos que no logro adivinar, nosotros cruzamos todos los sectores sociales. Llama desde la jubilada hasta el tipo más rico o la más famosa del país."

Cuando está con los poderosos, ¿no piensa que lo llaman para calmar su conciencia?

No. Cuando le acercamos el prójimo a la Argentina, todos nos responden.

¿No piensa que algunos colaboraron a crear pobres?

Yo no pienso nada de eso. Un directivo de una multinacional y el último inmigrante abandonado en una villa de emergencia son mi prójimo. Aunque no me cabe duda de que uno tiene más obligación moral que otro. Como yo tengo más obligación moral que otros argentinos por formar parte del porcentaje mínimo de los que terminaron una carrera en una universidad pública. Pero yo no le transfiero esa obligación moral a nadie.

En estos años de tratar con políticos y empresarios ¿ninguno lo sacó jamás de quicio?

No. A mí me saca de quicio la injusticia en general. Pero la injusticia puede ser el asesinato que comete un delincuente pobre y abandonado, hasta el delincuente que vacía una empresa y echa trabajadores. No creo en la sectorización del mal. Como no demonizo a los habitantes de una villa por la inseguridad, tampoco hago al revés. Igual, no pretendo ser equilibrado, eh.

Pero lo es.

Es que lo creo francamente. Concedo que si perdiera alguna vez el equilibrio trataría de recuperarlo en pos de construir. Porque en la Argentina todo es crítica y construir aquí es todo un arte. Yo pierdo el equilibrio cuando veo una injusticia.

Carr -como el resto de los voluntarios de la Red- evita teorizar, pero su concepción de la cultura de la solidaridad se define como la búsqueda de la Justicia. "Cuando conseguimos que a través de los medios la gente se acerque a un comedor comunitario, dé libros para una escuela o done sangre para un enfermo estamos haciendo justicia, porque en un país con Justicia todos los chicos tienen que tener comida y todas las escuelas tienen que tener útiles escolares."

Pero para ese país con Justicia que imagina la gente de la Red falta bastante. "En esta década tremenda se dio un proceso desde la indiferencia a una emoción. Cuando aparece una nota en una revista, la televisión o la radio la comunidad en todos los ámbitos y todos los niveles socioculturales expresa esa emoción."

¿Alcanza con la emoción?

Hubo un paso. Pero nosotros queremos que la emoción perdure y se convierta en un compromiso, porque la conmoción que provoca una inundación, una catástrofe o un trasplante se desvanece pronto. La Argentina tiene una solidaridad creciente, pero todavía la mitad de sus ciudadanos son pobres. Falta otro paso.

La misma Red Solidaria se fue construyendo de a pasos. "En aquel momento nos olíamos que la cosa iba a explotar en algún momento y veíamos que no había nada para atender ese desastre."

Fue a fines de febrero de 1995 (ni ellos logran acordar una fecha exacta del bautismo) cuando con los 3.000 pesos que juntaron entre pocos compraron una computadora y una línea telefónica y se instalaron en la oficina que uno de los fundadores tenía en un complejo de canchitas de Vicente López, donde todavía funciona.

"Pensamos: si esto sirve para salvar una sola vida cumplimos nuestro objetivo." Y ese objetivo se cumplió con creces. El mecanismo que pensaron (que siguen utilizando hoy y empieza a ser llevado a otros lugares del mundo) fue el de ser sólo el nexo entre quienes necesitan algo y quienes tiene algo para dar.

Tienen voluntarios a los que se derivan las líneas telefónicas unas pocas horas por semana donde se reciben llamados por consultas, pedidos y ofrecimientos. Un pequeño grupo de coordinadores organiza el trabajo de todos.

"Mi principal problema hoy es conseguir la prótesis que nos pidió una señora paraguaya que, como todos los inmigrantes, tiene enormes dificultades para conseguirla", ejemplifica Carr. La Red tiene una serie de contactos a los que derivar el pedido y -si estos no dan resultado- dan publicidad mediática a esa necesidad. Quienes puedan ayudar se pondrán en contacto con la persona indicada a través de la Red. Por este fluidísimo contacto con la prensa (que para Carr conlleva desde las cargadas de sus amigos hasta críticas por personalista), la Red recibió el premio Best Practices (Mejores Prácticas) de la Organización de la Naciones Unidas, que destacó su labor entre 650 ONG´s de 150 países.

A pesar de los múltiples reconocimientos, sus integrantes se ufanan de no ser nada: no tienen personería jurídica, no recaudan, ni guardan cosa alguna. Para ellos, en esa falta de estructura está la clave de su eficacia y confiabilidad. La Red se ha convertido en una organización de referencia y altísima visibilidad; un invento vernáculo que otros argentinos llevaron a puntos distantes como España, Francia, Estados Unidos, y Noruega y que ya copiaron en Japón.

Para los desacreditados políticos argentinos la Red se hizo tentadora. Muy tentadora. Todos los partidos se acercaron a Juan Carr y sus colaboradores más cercanos ("Desde la vicepresidencia para abajo nos ofrecieron todos los cargos", dice), que declinaron oferta tras oferta. "Lo nuestro funciona porque no formamos parte del Estado ni de ninguna estructura mayor", dicen -palabras más o menos- todos. Pero se encargan de resaltar que no desprecian la política. Todo lo contrario. Hasta Sebastián Vega (27) y Alejandro Araujo (26), los integrantes jóvenes (reunidos alrededor del sitiowww.sub30.net) reconocen que, en otra época, podrían haber militado en algún partido y que muchos de los problemas actuales tiene que ver con la falta de participación.

Enmarcado en un movimiento mayor de concientización, la Red Solidaria colaboró a instalar en la agenda pública problemas como la donación de órganos y sangre, y la búsqueda de chicos perdidos. Pero lo que ahora obsesiona a Juan Carr es el hambre y la desnutrición infantil. "Además de los 16 millones de pobres hay 4 millones de argentinos que son indigentes (de los cuales 2,5 millones son menores de 14 años) y no tiene asegurada la comida. A estos últimos no llegamos ni con el teléfono y menos con el mail. Por eso estamos llamando a curas, rabinos, monjas, maestras, ONG´s y municipios que estén cerca de esta máxima pobreza y hacer juntos una intrared especial para este grupo."

¿Un mérito?

Nosotros estamos condenados al fracaso, porque estar cerca del dolor te condena. Cada tanto tenemos algún éxito. Pero el gran éxito es ir conectando la solidaridad de los argentinos para potenciarla y generar un hecho cultural de proporciones: reconocer a los demás. Que el pobre, el enfermo, el inmigrante se torne visible.

¿Alguna frustración?

No lograr que nuestra capacidad para hablar y contactar a los argentinos se traduzca en una nueva cultura solidaria.

A Juan Carr eso no le quita el sueño: "Para la revolución solidaria necesitamos un poco más tiempo".

Frases de Educadores: Noam Chomsky



"Enseñar no debe parecerse a llenar una botella de agua, sino más bien a ayudar a crecer una flor a su manera". Noam Chomsky

El cambio empieza por los jóvenes

http://www.youtube.com/watch?v=DLV6jaZFLro&noredirect=1

No te pierdas este video que muestra cómo una nena llamada Severn Suzuki puede conmover y hacer reflexionar a los adultos para intentar generar un cambio.

SUBASTA DE ARTE



GRACIAS POR CONFIAR EN NOSOTROS Y CREER QUE ES POSIBLE UNA EDUCACIÓN DE CALIDAD

03 enero 2012

Palabras de símbolos de la educación



El educador democrático no puede negarse el deber de reforzar, en su práctica docente, la capacidad crítica del educando, su curiosidad, su insumisión.

Paulo Freire

02 enero 2012

Pinturas que sanan




Pedro Cuevas es un artista que pintó junto a los chicos de Villa La Cárcova durante las Jornadas de Arte que se llevaron a cabo durante el 2011. Las obras que hicieron en conjunto se subastaron en el evento que hizo Educar y Crecer en el mes de diciembre. No te pierdas esta nota que cuenta la forma en que este multifacético hombre acerca el arte a espacios muy interesantes. El artista salió en la Revista La Nación en el artículo que transcribimos a continuación:



En el Centro Cultural del Hospital Borda, el artista Pedro Cuevas armó un espacio en el que la creación es el mejor tratamiento
Por María Paula Zacharías | Para LA NACION


Hace dos años, Pedro Cuevas quiso aislarse en el Borda. Se sentía estresado por intentar pertenecer al circuito del arte porteño. Venía de diez años de formación, arte, muestras individuales y ventas en Europa. Y el mercado local no fue muy amable. "Me colapsé de ego", asegura. Buscó la manera de irse a otro planeta a pintar por el solo placer de pintar.
Se acercó al Borda, pidió permiso y una mesa en la que trabajar sin molestar. Pero le dieron más: un edificio en decadencia y el desafío de levantar ahí un centro cultural. Al principio no quiso saber nada. "Ni siquiera los escuchaba, me parecían más locos que los pacientes", dice. Quería internarse, pero no lo dejaron. Lo llevaron a ver el edificio. "Ruinas horrorosas., pero un lugar hermoso", recuerda. Y cuenta que siguió yendo. No parece enajenado y con el tiempo se comprueba que es sincero. Trabaja en su casa, un departamento a estrenar en Villa Devoto, en el que vive con su mujer, la China, diseñadora gráfica, y sus dos hijas. Un piso más arriba está el balcón terraza con parrilla, pelopincho con tobogán y un quincho que es su atelier. Un padre de familia común con una historia de arte, locura y sanación.
Todos en el mismo barco
Entrar por primera vez en el Hospital de Salud Mental J. T. Borda da miedo. El edificio central, enorme y desolado, encierra pesadillas. Pero no es tan abrumador pasear por sus jardines. En el camino salen al cruce algunos internos. Uno de ellos es Valle. Mira a los ojos y quiere que lo escuchen. Pide cigarrillos, sólo un cigarrillo. En el fondo del predio un cartel indica que se está llegando al Centro Cultural Borda. Aparecen el color, los dibujos, la música, la buena energía de los que están creando. En aquel último recoveco un grupo de gente se encuentra para pintar. Locos y cuerdos. Todos en el mismo barco.
Cuando llegó Pedro tuvo que encarar el trabajo pesado de limpiar una construcción de tres pisos y más de 80 años que, entre otras cosas, fue lavandería, taller, depósito y desde hacía por lo menos ocho años estaba abandonada. Entonces llamó a la solidaridad: "Propongo hacer un museo con obras de artistas internos y externos. El tema es venir a pintar, por lo que necesito dadores de arte, con suma urgencia, de cualquier tipo y factor." Desde entonces van artistas a compartir los jueves. Muchos de ellos integran el equipo de los dadores de arte. Hay jóvenes pintores, contados artistas de trayectoria, estudiantes de Bellas Artes y amateurs voluntariosos.
A Christian Melo le costó entrar el primer día. "Después se me pasaron los prejuicios. Es un lugar cálido, con mucha libertad para crear. En casa después sigo pintando sobre el Borda", dice mientras colorea una pared. "Yo estaba frenada con el arte y desde que vine empecé a trabajar de vuelta", dice la artista Leticia Arpesella. Alejandro Oyarce, otro dador de arte y está terminando de pintar un cuadro grande. Cuando se acerca un paciente, le ofrece un pincel. Su obra abstracta pasa al puntillismo: su espontáneo colaborador no para de hacerle motas amarillas. Se ríe. Oyarce lo festeja. "Este es un lugar con mucha magia", explica. Se acerca Raúl Frías, un paciente. Quiere que lo entreviste. "Cuando la locura se cure, los árboles dejarán de llorar", pide que anote. Cuánta razón.
Fabián no pinta, pero pasa música en una computadora. Fabián es un paciente y baila. Sobre su cabeza hay un gran cartel que dice Comparte latiendo al mismo ritmo. Y Cuevas contagia entusiasmo. Tira iniciativas, alienta a los artistas a seguir, empuja a los internos a trabajar. En el subsuelo colgaron pinturas nuevas y viejas, armaron un teatro con escenario y dedicaron una antigua sala de anatomía para exponer la obra de Javier Karad, un artista que lleva tres décadas internado y nunca paró de crear. Tras un año de trabajo sostenido a Cuevas, le llegó el reconocimiento y un cargo: director artístico del centro cultural. Lo hace ad honórem. Se declara budista. "En el Borda arreglamos el mundo, nos curamos entre todos y sanamos esa parte triste del país. Les damos amor a alrededor de mil pacientes, nos damos amor entre todos y todo funciona mejor", explica.
Tuvo sus crisis: "Pinto algo y a la semana siguiente está tirado en una zanja. Están todos esperando que yo les diga algo. Y yo les digo hagan. El lugar tiene vida propia. Te come. No hay estructura. Acá es lo peor y lo mejor. El arte es lo que es y es impredecible. Es así, es un manicomio. Puede pasar cualquier cosa".
Antes de emprender esta aventura, Cuevas viajó por Africa Central. Era el 2004. Allí pintó entre aldeanos, se agarró malaria, durmió con ratas y casi pierde la vista. "Estaba muy aburguesado en Europa. Me fui al mundo antiguo, fuera del mundo feliz que describe Aldous Huxley", señala. Volvió transformado. Viajó con Damián Berenstein, estudioso de la psiquiatría transcultural. "Pedro siempre está investigando, como si existiera la frontera entre el loco y el no loco. Vive en el intento vano de conocer ese límite, por el puro hecho de ver qué sucede al pasar de un lado al otro", analiza Berenstein.
Pedro es cíclico. "Cambia todo el tiempo. Necesita esas experiencias cuando se traba o se deprime", explica su mujer, impulsora de cada uno de sus saltos. Pedro también es transparente. Subió a Facebook un video en el que, completamente desnudo, pinta dos cuadros. Lo que es peor, con medias. "Estamos siempre tapados con la última moda, para no ver ni mostrar cómo somos", explica. Se apasiona con el pincel, lo arrastra, golpetea, hace crujir la tela y se pone suave, amoroso.
Creativos y alocados
Es miércoles, recién comenzado el otoño. A metros de Plaza Serrano una multitud desborda la galería Dacil Art (Pasaje Soria 5125). Adentro se inaugura Un mundo feliz. Frutos del Borda, una muestra de Cuevas. Lo de siempre: sonrisas, fotos, copas de champagne. Pero como el mensaje son las vías alternativas a los psicofármacos, Pedro está en trance. En una colchoneta frente a la vidriera se somete a una sesión de masaje tailandés y termina meditando.
Ahí están los artistas Jorge Martorell y Milo Lockett que le compra una obra y lleva casi a la rastra a Juan Carr, el director de Red Solidaria. Lockett le habló muchísimo de Cuevas. "Es uno de los artistas que más me gusta de mi camada. De los que más rompen con los esquemas de la pintura y el arte. No es sólo un pintor, es performático todo el tiempo. Aparte tiene un costado social que a mí me gusta mucho", dice Lockett.
Están también los artistas que van cada jueves a donar arte. Y está Elio Fernández, un paciente que Cuevas llevó como invitado a exponer sus cuadros del Pato Donald, San Jorge y el Che Guevara. Da ternura verlo en traje de tres piezas (de tres colores distintos). Es joven y está en el pabellón que alguien rebautizó Esperanza, donde van a parar los enfermos psiquiátricos y con adicciones: el 14/22 (espacio que, a mediados de año, se cerró por orden judicial). Costó que aceptaran su obra, por el olor a pis y las cucarachas que anidaban adentro. "Los sacudían y caían montañas, como una película de terror -recuerda Pedro, que los fumigó y los embolsó, y así pudieron exhibirse como una metáfora-. Son el Borda. Los cuadros están aislados como los locos. Provocan lo mismo: Llevátelo de acá. No lo quiero ver. Sacalo. Metelo en una bolsa. Me da asco".
"La esquizofrenia, que es lo que tiene la mayoría de los pacientes, está en retirada porque los tratamientos han mejorado. Pero esta patología dual [enfermos psiquiátricos con adicciones] es la patología del futuro. Es lo que queda después del paco", explica el doctor Daniel Camarero, director general del Centro Cultural Borda. En el hospital lo que faltan son recursos humanos. Los carteles de reclamos salariales ya son parte del folclore. Y este invierno, encima, lo pasaron sin gas. Sin embargo, en junio había clima de fiesta. El 25 de ese mes se abrieron las puertas del manicomio y se realizó la primera jornada de art brut (arte marginal o creado fuera del circuito cultural), una gran muestra que ocupó todo el edificio del centro cultural. Pinturas por todos lados y dadores de arte y pacientes mezclados en acciones artísticas. Llegaron donaciones. Se puso en pie un elefante tamaño natural de cemento que representa fuerza, sabiduría, memoria y persistencia. En chiste o en serio alguien propuso pintarlo de rosa. Por ahora sigue gris.
Pedro está satisfecho. "He metido a pintar a pacientes indomables -dice como su mayor éxito-. Las personas cambian cuando se enchufan a pintar- asegura-. Me encanta que el arte sirva para algo más que para alimentar el ego. Ahora, con el grupo de dadores de arte estamos yendo también a la cárcel de Florencio Varela y al Instituto de Oncología Angel H. Roffo a pintar y a donar la obra para alimentar el alma de la gente que está en situación marginal o terminal".
Con la llegada de la primavera Cuevas volvió a exponer con invitados. Llevó otra vez a Elio Fernández y sumó al mítico Karad en su muestra del Centro Cultural del Sur (Av. Caseros 1750). "El egoísmo sólo trae sufrimiento", decía su manifiesto. Más tarde, mostró sus pinturas en el Hotel Babel con la serie Hanamachi, una historia de amor, otra vez con Karad. A la performance fueron su mujer y sus hijas vestidas de geishas. El romance de Hanamachis es entre una geisha y un robot.
Entre otras actividades solidarias, pintó con 25 artistas y pacientes junto con chicos que padecen el raro síndrome de Angelman. Para hablar de la no violencia y de la equidad de género realizó uno de los 14 murales que se instalaron en 13 comunas de la ciudad. En la universidad de Palermo dio una charla sobre gestión artística, modos alternativos y rayadura mental, según su invitación.
Varios artistas extranjeros están interesados en hacer residencias en el Centro Cultural Borda en donde a principios de este mes se gestó el segundo Festival de art brut, titulado Fiesta del Fin del Mundo. La consigna era ir vestido de playa o de extraterrestre. Sombrillas, arena, música, disfraces, performances colectivas, un árbol catártico para desprenderse de pesares, un mural y otros delirios. Sólo nos eleva el amor, decía en una pared; no estás solo, se leía más allá. El lugar se llenó de gente y de arte. Se curaron entre todos.
Cuevas empezó el año como un artista semidesconocido y hoy es un rockstar de la pintura y el trabajo social. Entiende las entrevistas como un medio más de expresión. Tiene sus groupies artísticos, sus ventas, su publicidad y esa actitud idealista de los íconos. Después del festival, dejó el mando del Centro Cultural Borda en manos de una dadora, Silvina Fernández. Ya está pensando es su próxima huida. Irse a pintar en una choza en Burkina Faso, uno de los países más pobres de Africa. Pero eso más adelante, ahora se está yendo a vivir al Uruguay.
"El Centro Cultural Borda ya está en marcha con 50 artistas estables. Tengo que cambiar de aire. Ahora iré a otros lados a generar otros proyecto en alguna cárcel o manicomio uruguayo." Esta es otra de sus constantes: cuando alcanza el éxito con alguna serie, técnica o medio, lo abandona. Pedro es, en última instancia, un nómade.
UNA VIDA INTENSA
Pedro Cuevas nació en Buenos Aires en 1972. Pasó por las carreras de Medicina, Diseño Gráfico, Arquitectura y Bellas Artes, y no terminó ninguna. Estudió dibujo con Tomás Giorello y continuó su formación en Europa en donde vivió diez años. Fue becado por el centro cultural Tacheles, edificio de Berlín tomado por un colectivo artístico desde 1990. Exhibió su obra en Barcelona, Munich, Berlín, Miami, Toronto, Montreal y Lima. Desde 2009 vive y trabaja en Buenos Aires. Su obra está en colecciones particulares de Holanda, Austria, Irlanda, España, Suiza, Suecia, Alemania y Argentina. Es socio fundador y codirector del espacio artístico psiquiátrico Nenna Canale en el barrio de Palermo, junto con el doctor Damián Berenstein. Es un artista multifacético, hace pintura, instalación, objetos-escultura con material de desecho, videoarte y performance.
Cruza todo eso con el trabajo social.