Se me ocurre que, frente a estas cifras, y a la misma situación que se repite hace ya bastante tiempo, puede que sea el momento de admitir que el sistema de paritarias, en el cual los gremios magisteriales y el gobierno se sientan a negociar salarios previo al inicio de clases, no funciona--al menos no como está planteado actualmente.
Lamentablemente, sin embargo, el gobierno y los gremios parecen estar enfocados más en culpar al otro sector que por buscar soluciones. El gobierno dice que los docentes recurren demasiado a las huelgas para conseguir aumentos salariales; los gremios sindicales acusan al gobierno de no tener suficiente voluntad.
Creo que el intercambio de culpas aporta poco. El punto es que sigue habiendo huelgas a pesar de las paritarias, se siguen perdiendo días de clase y los alumnos de las escuelas públicas siguen siendo teniendo menos educación. Los que pierden en estas pulseadas salariales son en paticular los chicos más pobres, ya que los que tienen el beneficio de poder cubrir los costos de escuelas privadas no tienen que lidiar con estos problemas cada comienzo de clase.
Una idea: por qué no incorporar a aquellos que están directamente afectados por estas negociaciones en las paritarias? Me parece a mí que el grupo que falta aquí son los padres de familia y sus hijos, que son a los que el Estado les garantiza el derecho a la educación.
A mediados de año, con vista en nuevos horizontes para la Argentina a las puertas de las elecciones, creo que no puede haber mejor momento que para empezar a plantear al mediano plazo cómo pensamos reformar o sustituir el modelo de las paritarias por algo mejor--que ponga a nuestros chicos primero.
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