Si tengo que buscar enemigos para la educación, podría decir que son varios los que anotaría en la lista, pero si tengo que elegir a uno, que en este momento considero principal, sin duda, tiene que ver con la exclusión, desencadenante de la deserción escolar, entre otras cosas.
Tanto dentro como fuera de la escuela, es común escuchar ciertas frases en relación a la educación, como por ejemplo:
• “No le da…”
• “Este chico no puede…”
• “Es mucho para él/ella…”
Es cierto que no todos somos igual de inteligentes y es cierto que no todos tenemos las mismas capacidades desarrolladas de igual manera. Pero por otro lado, también es cierto, que no todos tenemos que saber hacer todo, y eso no quiere decir que no podamos o estemos aptos. Está comprobado que no existe un único tipo de inteligencia, sino que nuestro intelecto se nutre y se manifiesta de múltiples maneras. Es esto justamente lo que rompe con la histórica división entre "los alumnos inteligentes y los no inteligentes". Es necesario que como educadores pensemos en todos nuestros alumnos como personas inteligentes, teniendo en cuenta que cada uno puede tener más desarrollada una inteligencia que otra, pero sin perder de vista que todos pueden. Es importante tener en cuenta esto, ya que de esta situación se desprende directamente el hecho de que cada uno aprenda de manera diferente. Parado desde este pensamiento me pregunto: ¿Cómo es que la escuela selecciona un modelo educativo por sobre otro? ¿Con que criterio? Sin duda esta es una de las primeras causas de exclusión, lo cual genera fracaso escolar y lo más triste de esta historia es que este fracaso es vivido por el alumno como fracaso personal.
De aquí me surgen otra pregunta íntimamente relacionada a la anterior: ¿Qué es lo que le estamos diciendo a un chico cuando le decimos: "vos no podes"? ¿Qué consecuencias trae? Desde mi concepción acerca de la educación, una de las peores cosas que podemos y hasta hacemos los educadores es esto, decir: "vos no podes", lo cual desestimula, desalienta y desanima al chico haciéndole creer que no puede, con sólo decir que no puede. Cuanto peso tienen las palabras, ¿no?, y más, cuando vienen desde el lugar de la autoridad legítima en un contexto de enseñanza legitimado. Como educadores es importantísimo ser completamente consientes del peso que tiene cada uno de nuestras palabras en nuestros alumnos, como lo fue también con nosotros, cuando nos encontrábamos en su situación. El desaliento a seguir adelante, a seguir probando, a continuar, a intentar, es una de las tantas formas de generar exclusión. Ojo, como ya vimos, no es la única.
Vivimos en la diversidad y eso nos marca, nos enriquece y nos identifica; entonces: ¿Con qué argumento podemos pensar una educación única e igual para todos? ¿En dónde quedan esas diferencias? ¿Las borramos? Pensar en una educación para todos nos lleva a pensar desde la complejidad. Que todos pasemos por un proceso educativo no quiere decir que todos debamos transitar el mismo proceso. Somos personas diferentes, con pasados distintos y con un presente común que nos une y nos motiva a pensar un futuro conjunto. Pero ¿por qué hay que renunciar a lo que somos? Si pensamos a la educación como un camino único e igual para todos, homogeneizador y extintor de las diferencias, estamos siendo parte de otras de las causas que generan exclusión. Pararnos desde la complejidad para pensar la educación es realmente tan difícil como posible y es por eso que no hay que dejarse llevar por la comodidad que nos genera la simplificación de este proceso. Respetar, y no solo respetar sino que también desarrollar e integrar las diferencias de los educandos es uno de los desafíos que los educadores debemos enfrentar con todo lo que ello implica.
¿Y qué pasa cuando la exclusión es el último recurso? ¿Qué le está diciendo la escuela a un chico cuando lo expulsa? ¿Qué se le está enseñando dejándolo afuera? ¿Afuera esta la solución para su conflicto? ¿Afuera va a estar mejor que adentro? Son extremadamente variados los casos por los que un alumno puede llegar a ser expulsado, pero conociendo varios casos, la sensación que a mí me genera es que, la escuela, lamentablemente, no está preparada para ciertos casos particulares y sea por comodidad, desinterés o lo que fuese, decide dejar gente afuera como si de esa forma se solucionara algo.
Son diferentes los casos por los cuales un chico puede llegar a la condición de excluido y ciertamente son todos estos casos los que me llevan a pensar y cuestionar la validez de nuestro sistema escolar. ¿Es correcto que la exclusión sea parte del mismo de manera natural como lo es ahora, o será que el sistema educativo todavía no está lo suficientemente pensado y desarrollado en función de las necesidades de todos? Hay mucho por pensar, mucho por debatir y mucho por cambiar, pero ese proceso de pensar, debatir y cambiar lleva tiempo y durante ese tiempo hay mucha gente siendo excluida de nuestro sistema educativo formal y viviendo ese fracaso como propio y no como algo todavía irresuelto para la educación. Como educadores no podemos mirar al costado. Es cierto que hay mucho por cambiar pero también es cierto que cada uno de nosotros tiene a cargo un grupo de personas y tiene las herramientas para pelear contra la exclusión. No seamos cómodos. No depositemos las responsabilidades en el otro. Pensemos, debatamos y cambiemos lo que es necesario cambiar, pero mientras tanto ACTUEMOS y no dejemos que la exclusión siga siendo parte del tan complejo y difícil, como intenso y transformador, que es el proceso educativo.
JONATHAN ARIEL NAHMOD
24 años - Estudiante Cs. de la Educación - UBA
twitter: @arielnah
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