¿Cómo achicar la brecha social?
Por Cristina Calvo
Es innegable que, en la primera década de este milenio, nuestra Argentina experimentó números positivos en términos de crecimiento, especialmente a partir del aumento de las exportaciones, la recuperación del mercado interno y el aumento del empleo. Incluso en el período 2004-2009 se verifica una importante caída de la población en situación de pobreza e indigencia.
Sin embargo, en 2007 esta mejora sufre un estancamiento y en los dos años siguientes la situación empeora. Tanto es así que dependiendo de las alternativas de valoración y de medición de las canastas, en el segundo semestre de 2009 los niveles de indigencia se hallaban entre el 10 y el 12%, y los de pobreza entre el 29 y el 33% (fuente: ODSA).
Bueno es preguntarse entonces: ¿en qué medida el crecimiento obtenido durante la primera década de 2000 mejoró el desarrollo humano y propició una distribución más justa y equitativa de la riqueza? Parecería que el crecimiento por sí solo no llega a posibilitar que los sectores más vulnerables superen su situación de pobreza e inequidad.
Entre las razones que podemos señalar encontramos que, prácticamente, desde hace 30 años en nuestro país existe un núcleo duro de pobreza estructural -alrededor del 10% de la población- que siempre queda al margen de cualquier crecimiento del PBI y corresponde a grupos con déficit habitacional, de infraestructura, de salud, laboral y educativo.
Otra razón importante radica en que si bien una parte de la población salió de la indigencia o de la pobreza, su situación laboral es sumamente precaria y sus ingresos magros sumamente expuestos a la inflación y a la inestabilidad del empleo.
No olvidemos que nuestro país comparte con el resto de los de América latina la tremenda calificación de pertenecer a la región con la peor distribución del ingreso del mundo, así como una heterogeneidad productiva creciente.
Emprender el camino hacia una sociedad integrada supone encarar profundos desafíos, entre ellos la necesidad de una política macroeconómica para el desarrollo inclusivo, la convergencia productiva y territorial, más y mejor empleo, el achicamiento de las brechas sociales y un pacto fiscal como clave en el vínculo entre el Estado y la redistribución de la riqueza.
También es necesaria una acción decidida sobre las ingentes cantidades de dinero que se trasladan de un lado a otro del mundo sin controles. El capital financiero usado sólo para la especulación provoca daños imprevisibles y globales.
Frente a estas situaciones se plantea la necesidad de un rol más vigoroso del Estado, en el que éste tenga mayor presencia para la generación de políticas que promuevan la igualdad, con base en una efectiva titularidad de derechos. De esa manera también la sociedad civil encontrará garantizada la posibilidad del pleno desarrollo de sus capacidades humanas y sociales.
En un tiempo de decisiones sustantivas frente a las próximas elecciones, este desafío nos coloca en la oportunidad histórica de sumar ideas, fortalecer nuestra democracia, buscar la construcción de amplios consensos político-sociales que sean programáticos, estratégicos y sostenibles en el tiempo, y así proyectarnos en una visión compartida para la construcción de un presente y un porvenir más justo y solidario.